
Al mejor maestro que he conocido jamás: mi padre
Con su aire quijotesco, genio y figura sin par,
de rasgos cual los que EL Greco en sus lienzo encarnó:
rostro alargado, triste sonrisa, hondo mirar …
y claroscuros que la amargura difununó.
Meditabundo que al vano mundo enviste fiero
con sus palabras, raudas saetas de la verdad;
mas hay quien osa calificarlas de desafueros
propios de un hombre en el que ha mella la necedad.
Tal es la fama que mal se gana quien mucho lee,
quien se ensimisma en un sutil mundo de reflexión;
quien delirante caza gigantes porque cree
en ideales muy superiores a la razón.
Ingenuo hidalgo que quiso un día ser caballero,
y así nombróse dada su noble vocación.
babio maestro, de los de lanza en astillero.
gracias maestro, porque es tu hazaña una bendición.
Si alguna vez en la batalla se vio vencido
y en vano vicio su sed de dicha refugio halló;
si harto de afectos y del absurdo mundano ruido
cual caracol sobre sí mismo se replegó.
Eso es premisa que no hizo gala de silogismo,
eco silente de un mal pasado se esfumó:
cuando el Quijote se vio en el filo negro del abismo
de su mollera ebrias ideas eliminó.
Y una vez sobrio, en adelante ningún gigante
podrá librarse de sus justicia magisterial.
Temblará el necio, el descarriado y el ignorante,
y el que ha dudado de sus didáctica excepcional.
Hoy día descuella entre grandes de la enseñanza
por combatir la enmascarada realidad;
por darle luz a los sin fin de Sanchos Panza
enceguecidos por la insensata mediocridad.